The Capuccino Girl

The Capuccino Girl

sábado, 23 de marzo de 2013

Como una botella con agua

  "Es que no lo entiendo. Tiene un caracter excesivamente explosivo", me dijo mi amiga haciendo referencia a su exnovio, mientras nos tomábamos un capuccino caramel calientito, con la lluvia callendo sobre el pavimento gris.

  Al día siguiente me encontré con una anéctoda que me hizo pensar en mi amiga y su explosivo exnovio.

  Les cuento. Un profesor llega a su clase con una botella con agua en una mano y una de refresco en la otra. En seguida se dispone a agitar ambas botellas como poseso; después de unos minutos se detuvo y abrió la botella con agua. La miró e inmediatamente miró a sus alumnnos, quienes lo observaban asombrados por tan extraño comportamiento. El profesor se dió la vuelta y comenzó a abrir la botella de refresco. En ese preciso instante, todos sus alumnos soltaron un sonoro y preocupado ¡NO! El profesor miró a sus alumnos y sonrió.
 

  "Todos deberíamos ser como la botella con agua. No los lastimó, no los empapó." dijo el hombre.

  Me hizo ruido. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con personas que no simplemente tienen un genio tremendo, sino que explotan, implotan y arrasan con todo y todos lo que estén en un radio de  unohastanosécuantosmetros? Y no sólo eso, sino que para rematar nos hacen sentir a los demás como los culpables, los malos malísimos de la historia, los manipuladores... y todo sin haber movido un dedo o dicho una palabra.

 
  En realidad la anéctoda anterior, tiene que ver con el control de emociones. Usualmente cuando estamos molestos, esos sentimientos de malestar y enojo se acumulan y bullen en nuestro interior en busca de una chispa, una excusa que aún por más pequeñita que sea permite que todo eso explote y claro, todos quisieramos que cualquier otra persona tenga la culpa y no nosotros. Sencillo, ¿no? Pero lo que es sencillo no siempre es fácil. Especialmente cuando se trata de un hábito más que constante, que lastima por el mero hecho de querer lastimar y minimizar al otro llegando al extremo de deshumanizarlo y cosificarlo; ese consabido "si yo no soy feliz, tampoco lo serán los demás", humillar hasta la pareja o la familia.

  Sé que no es nada fácil, pero lo mejor es no engancharse con este tipo de personas. Los psicólogos recomiendan  estar conscientes de que uno es responsable de sus elecciones y sus sentimientos, no lo demás, por lo tanto no deben ni debemos cargar con los "issues" de la otra persona, por mucho amor que le tengamos. ¿Mi consejo? Estar atent@s. Si nos percatamos de que la persona literalmente detesta nuestra presencia, nuestra forma de pensar y todo aquello que nos hace ser como somos, nos agrede (verbal, física o mentalmente), e incluso su relación familiar es decadente y basada en que las cosas están mal en su vida por culpa de la familia y/o amigos, conocidos, pareja, etc. y explota humillando, gritando, denigrando, sin importarle quien esté en frente...¡Cuidado!
 
 
  Alejénse a la voz de ¡Ya! Podemos sugerir que busquen ayuda profesional (un psicólogo, es una buena idea), pero si se niegan; no lo tomen personal. Debe salir de la persona en cuestión darse cuenta de que tiene un problema que aleja y alejará a sus seres queridos mientras no busque una forma de lidiar con ello constructivamente.
 

  Regresando a la anécdota,  me di cuenta de que mi desayuno estaba completame frío, me había quedado con el tenedor a escasos centímentros de mis labios y tenia una mirada de embobada, ¡que Dios guarde la  hora! Mi amiga se rió y me dió una palmadita en la espalda. Entonces dije: "¡Yo quiero ser como la botella de agua!".
 
  Acto seguido, continué desayunando, aunque ya todo el platillo estaba frío y la familia de la mesa de al lado nos miraba con curiosidad, pues habían escuchado toda la conversación. Supongo que hay conversaciones para las que vale la pena "parar la oreja".


jueves, 7 de marzo de 2013

Un dato sobre autos.

  Estaba sentadita, tomándome un rico cafesito por la mañana en el jardín trasero y leyendo una revista, soñando sobre el día en que me pueda comprar un auto; cuando entre sus páginas me encontré un artículo bastante interesante.


  Se trata del nuevo auto Eco-Friendly de Renault: Reanult Twizy (Twin por ser biplaza e Easy por ser fácil de manejar). Es una cosita pequeñita, con apenas espacio para dos personas, completamente eléctrico, cero emisiones, que no contamina en lo absoluto, fácil de manejar y además tiene un diseño muy chic.

 
  No hace ni un sólo ruido pero para las zonas peatonales se puede activar un sonido en particular para que los transeúntes lo perciban, no tiene embrague (lo que facilita su conducción), además se puede aparcar en perpendicular. Una de las cosas que más me gustaron, es que incluso puedes personalizarlo. El auto no lleva ventanas, pero si quieres puedes añadirlas (aunque supongo que eso debe tener un costo extra).

  En cuanto a la seguridad de los pasajeros, cuenta con un airbag delantero, los cinturones de seguridad se abrochan en cuatro puntos y las cuatro llantas proporcionan una estabilidad total. Obviamente, cuenta con su guantera y bastante espacio lateral en el asiento del conductor.

  Hasta dónde estoy enterada, existen dos versiones de este pequeñín. Uno circula a 45 km/h y otro que llega a los 80 km/h, por el momento se fabrica en España y al parecer tiene muy buena reputación en la hermana república de Europa. Aunque su precio es algo alto, tengo entendido, que en España, su costo ronda los 5, 150 euros.

  Un dato curioso es que se puede "recargar" en cualquier lugar, desde la calle hasta en tu casa y tarda un total de 3 horas y media en recargarse completamente.

 
  En cuanto leí el artículo sobre el Twizy, me imagené a mi y a mis amigas por las calles de la ciudad, conduciendo esta monada. ¿Ustedes que opinan? Yo, por lo mientras, ya empecé a ahorrar para mi autito.
 



 

domingo, 3 de marzo de 2013

A llorar a Francia... Les Misérables

  Lo único que se escuchaba en toda la sala, aparte de la película; eran mis sollozos. Si, ahí estaba yo, sentadita en la butaca con mis palomitas, thé verde (para no romper taaaan feo la dieta) y mi pequeño paquetito de kleenex, llorando como niña pequeña en su primer día de escuela o como cierto presidente cuando le preguntan sobre libros (jeje).

 
  Y es que cuando te metes al cine a ver Les Misérables, el resultado no puede ser otro. Claro que, cuando se trata de mi, es seguro que voy a llorar, llorar y seguir llorando hasta que terminen los créditos, las luces se enciendan y no quede ni una sola alma en la sala.

 
  Si les gustan los musicales, esta es una película que no deben perderse. Lo que más me gustó y fue la causa de mi llanto es el contexto de la misma, la poesía que se encuentra entre tanta adversidad y que a pesar de haber sido publicada por primera ocasión en 1862;  escrita por un gran personaje de la historia, bien puede trasladarse al tiempo actual.
 
  Las actuaciones no se quedan atrás. Personalmente, me impresiona la capacidad histriónica de Hugh Jackman y Anne Hathaway. El despliegue de emociones es tan amplio y profesional que literalmente, me olvidé de todo lo demás y me metí en la pantalla para llorar con los personajes, sufrir con ellos, arrepentirme con ellos, pelear con ellos, morir con ellos...
 
  Es imposible no derramar unas cuantas lagrimitas cuando ves a Fantine cantando  I dreamed a dream; al ver su ilusión y esperanzas rotas, o a Valjean en Bring him home, mientras la muerte se acerca en una cruel batalla.


 
  Yo estaba perfectamente cómoda con mi sufrimiento solidario hacia los personajes; hasta el momento en que terminó el film, ese en que la última letrita de los créditos desaparecie de la pantalla. Fue entonces que me dí cuenta que todo mundo me veía raro, sobre todo, los dos chicos que estaban sentados adelante de mi. No entendí el motivo de sus miradas curiosas, hasta que me ví en el espejo del tocador. Los ojos rojos, hinchados, llorosos y con bolsas (producto de mi desvelo hasta altas horas de la madrugada) me dieron la respuesta. Al verme tan sorprendida, mi acompañante dijo:" ¿Y como querías verte, si te pasaste llorando mas de 3 horas seguidas? Lloraste desde que empezó la película."
Salí de allí, orgullosa de mis ojos hinchados y rojos, con una sonrisa de oreja a oreja en contraste.
 
  ¿La razón? Lloré de la manera más rica, como hacía mucho no lloraba. Lloré por gusto propio y me supo de lo mejor. Ver un clásico de la literatura en la gran pantalla, con actores geniales y actuaciones perfectas con buena compañía... en mi opinión, el dinero mejor gastado de la semana.