Tengo un porta
retrato vacío en mi habitación. Es el porta retrato más triste de la historia.
Cada día me despierto y es lo primero que veo desde la comodidad de mi cama,
con mi cabeza en la almohada; ahí está :solito, esperando con el cristal vacío
sin ninguna fotografía en él desde que lo compré hace casi 4 años.
La razón? Muy
simple, desde que lo desempaqué decidí que ese sencillísimo porta retrato
tendría la fotografía de un momento muy especial. Esa foto que de manera
silenciosa cuenta una historia, en la que detrás de ella se esconde un misterio
que sólo uno conoce. Al principio, pensé en poner la foto de mi chico favorito
conmigo, pero después me di cuenta de que desde la fecha en que nos tomamos la
foto hasta hoy, había un mundo de diferencia. Habíamos cambiado demasiado y
aunque el amor no se acabó, la foto ya no nos representaba; era un recuerdo de
algo que había sido y de una historia que había terminado con mi niñez y su
adolescencia.
Después pensé en
poner una foto con mis padres. Pero honestamente, no era mi opción favorita. No
porque no los quiera, sino por que casi no hay fotos donde estemos todos juntos
y casi no tengo recuerdos de mi niñez. Así que, ¿Por qué poner una fotografía
de algo que en realidad no recuerdo?
Entonces me dije que
pondría mi fotografía favorita durante mi estancia en el extranjero. En ella
estoy en el solario más hermoso que he visto (nótese que no he visto muchos),
rodeada de vitrales franceses, junto a una pequeña fuente de cantera en el medio
del salón, mientras los rayos del sol atravesaban los cristales y la habitación
se llenaba de luces de colores que iban desde el azul profundo, amarillo,
morado, verde y un sinfín de tonos más. Peeero… si, también a esa foto le
encontré un "pero"; me dí cuenta de que si bien la foto era linda, la
realidad era que la había tomado por la belleza arquitectónica del lugar, no
porque realmente representara algo de suma importancia para mi. No! Esa tampoco
era la elegida!
Y así continué con
mi búsqueda de la foto perfecta… que hasta ahora ha resultado total y
completamente infructuosa.
Justamente ayer,
mientras me encontraba en papel cenicientoso, limpiando mi habitación
arduamente, volví a toparme con el famoso y solitario porta retratos. Parecía
que quería decirme algo. Lo tomé entre mis manos y lo miré. Sostuvimos una
conversación silenciosa. No puedo decir que fue muy agradable; pues me dijo un
par de cosas bastante rudas.
Por principio me
reclamó por haberlo comprado y no darle ningún uso. Como era posible que
gastara dinero en algo que no pensaba usar! Eres una derrochadora!! Así, tal
cual y con todas sus letras me lo dijo. "¿En serio piensas seguir
esperando por la foto perfecta, con el momento perfecto, con la historia
perfecta? TONTAAAA!! De una vez de te digo que como sigas así, me voy a quedar
vacío por toda mi miserable existencia. ¿Qué te crees? ¿Perfecta? Si no piensas
utilizarme, entonces dóname a alguien que si tenga algo que contar."
Y así sin agregar
nada más, ninguna palabra dulce o alentadora terminó su sentencia.
Me di cuenta de la
tremenda razón que tenía. Aunque no por eso dejé de sentirme un tanto ofendida.
Tal vez estaba siendo demasiado exigente con todo eso de la foto perfecta;
lentamente lo coloqué de nuevo en su sitio y continué mi labor.
Llegué a la
conclusión de que si no me gustaban las fotos que tengo hasta ahora, prestaría
atención a los momentos en que me siento feliz, y entonces tomaría la foto; sin
importarme si se trata de un paisaje, una reunión o una simple lata de refresco
en el piso. Si me gusta y me hace feliz, se va al porta retratos.
Por el momento, he
decidido que las primeras fotos que imprimiré y con las cuales lo alimentaré
serán las siguientes: La carita más
dulce y traviesa que he visto en mis 26 años.
Y las mejores amigas que uno podría tener.

Y las mejores amigas que uno podría tener.